Para los amantes del fútbol, la imagen de una nación entera reuniéndose alrededor de una pantalla, pintada de rojo, blanco y azul, vibrando con los gestos, goles y esperanzas de su equipo, es uno de esos momentos que trascienden lo deportivo. Pero cuando ese sueño se rompe, las consecuencias no se quedan en el césped: golpean el bolsillo, la economía, la identidad y el futuro de todo un país. Y eso es lo que enfrenta Costa Rica tras la eliminación de su selección nacional de la próxima edición de la Copa Mundial de la FIFA 2026.
La participación en un Mundial no es solo un premio para el equipo y sus jugadores: es una inversión que trae retorno para la federación, para los clubes, para los patrocinadores y también para la economía nacional. En el caso costarricense, los análisis señalan que la federación de fútbol nacional deja de ingresar entre US$ 9 millones y US$ 12 millones como parte del pago directo de la FIFA para las selecciones clasificadas. A esta cifra se suman otros montos como apoyo para preparación (entre US$ 1,5 y 2 millones), derechos de televisión (US$ 2 a 4 millones) y mercadeo (US$ 1 a 2 millones). En conjunto, la suma que deja de llegar al deporte nacional se estima entre US$ 14 y 25 millones.
Pero el efecto no se queda solo en el deporte. La realidad muestra que, sin ese pase al Mundial, se proyectan pérdidas adicionales en el consumo, la publicidad, el turismo y la “marca país”. Se habla de un impacto indirecto que oscila entre US$ 50 y 70 millones, lo que eleva la cifra total de pérdidas estimadas para el país entre US$ 85 y 120 millones.
La conclusión es clara: la eliminación de la Sele no solo significa “no estar en un Mundial”, sino dejar de recibir inversiones, de generar actividad económica y de renovar ilusiones.

Cuando una selección no alcanza el objetivo del Mundial, las repercusiones se sienten en todos los rincones del deporte. Para la Federación Costarricense de Fútbol, implica aplazar o recortar proyectos de infraestructura, entrenamiento y desarrollo juvenil. Los futbolistas pierden una vitrina global: sin Mundial, disminuye la visibilidad, las opciones de fichajes se reducen y los contratos publicitarios se contraen.
Para los clubes locales y academias, la ausencia mundialista debilita el “tirón” de formar talento que puede llegar al exterior, lo que impacta en la aspiración de jugadores jóvenes y en el flujo de recursos derivados de su transferencia. En la práctica, se reduce la atracción de inversión hacia el fútbol nacional, se desincentivan patrocinadores y se hace más difícil mantener competitividad internacional.
El efecto también se extiende a los medios deportivos, que en cada Mundial encuentran un “evento de oro” para contenido, patrocinios y audiencia. Sin esa plataforma, la cobertura se vuelve más limitada, menos rentable y más difícil de monetizar, lo que conlleva un círculo menor de ingresos económicos vinculados al fútbol.
Más allá del deporte, la participación en un Mundial tiene un efecto multiplicador sobre la economía nacional. En Costa Rica, la estimación de pérdidas incluye:
- Consumo de bienes y servicios: pantallas de televisión, reuniones familiares, comidas fuera de casa, camisetas y artículos alusivos al equipo. Sin Mundial, esa cadena de consumo se debilita.
- Publicidad y medios: las marcas encuentran en el Mundial un “espacio premium” para activaciones, patrocinios, campañas con embajadores futbolísticos. La ausencia del evento reduce esos espacios y retira inversión.
- Turismo y proyección internacional: cuando un país aparece en un Mundial, gana visibilidad global, puede atraer turistas y patrocinadores para el país como marca destino. No clasificar significa caer un escalón en esa proyección.
En conjunto, esos efectos indirectos se estiman en pérdidas de entre US$ 25 y 40 millones por consumo reducido, US$ 8 a 12 millones por menor inversión publicitaria, y US$ 15 a 20 millones por impacto negativo en turismo y marca país.
Dicho de otra forma: la eliminación no solo es una derrota deportiva, sino un retroceso para la economía de hogares y empresas que dependen de la “oleada mundialista”. Cuando la Sele participa, se genera un ambiente de consumo, de emoción y de asociación de marca que impulsa negocios grandes y pequeños. Sin ese empuje, muchas expectativas se diluyen.
Más allá de lo tangible, la Selección de Costa Rica representa una parte de la identidad nacional. El fútbol une, emociona, genera orgullo y momentos de comunión social. La ausencia de un Mundial quiebra ese momento esperado de celebración, de esperanza y de proyección hacia el exterior.
Para los aficionados y para el país en general, quedarse fuera significa postergar la ilusión de “volver a estar entre los mejores”, de “mostrar lo nuestro al mundo”. También implica que los jóvenes talentos pierdan la gran vitrina de ser vistos en el escenario mundial, lo que afecta aspiraciones y sueños personales.
En el ambiente social, la eliminación puede traducirse en menor entusiasmo, en críticas al entorno deportivo, en cuestionamientos al liderazgo, a los procesos y a la planificación. Todo ello afecta el ánimo colectivo, la cultura del fútbol, y en casos extremos puede interferir con el flujo de formación de nuevos jugadores y con el compromiso de los patrocinadores y del público.
El hecho es doloroso, pero no irreversible. Costa Rica tiene el reto inmediato de convertir la desilusión en motivación, de reordenar el proyecto futbolístico nacional y de capitalizar la experiencia para construir un nuevo ciclo. Algunas claves de lo que debe venir:
- Revisar el modelo de preparación y desarrollo: apuntar hacia sistemas de formación de base más sólidos, mayores recursos dirigidos a la juventud, infraestructura adecuada, mejores giras internacionales y exposición competitiva.
- Optimizar recursos: ante la falta de ese ingreso multimillonario que conlleva un Mundial, la federación y clubes deben racionalizar presupuestos, gestionar bien los patrocinios y buscar nuevas fuentes de ingresos.
- Retomar la marca país: aunque la eliminación sea un golpe, Costa Rica puede reconstruir su imagen aprovechando talentos jóvenes, buenas gestas regionales y el fútbol femenino o juvenil para proyectarse internacionalmente.
- Reactivar el entusiasmo social: el fútbol es emoción, unión y orgullo. Se debe reconectar con la afición, asegurar que el proyecto no se sienta lejano, y generar confianza, continuidad y transparencia para recuperar el apoyo popular y de los patrocinadores.
Para el mundo empresarial, la eliminación abre una ventana para nuevas estrategias: asociarse a la recuperación, participar en activaciones de marketing que sustentan la “nueva era” del fútbol costarricense y apoyar jóvenes talentos antes de que alcancen un escenario mayor.
Cuando la Selección de Costa Rica se queda fuera de un Mundial, no es solo que “no juega más partidos” ese verano. Es que se detiene un engranaje económico, se aplazan sueños, se reduce el consumo, se enfría la inversión y se debilita el impulso de toda una generación. Las cifras estimadas —US$ 85 a 120 millones en pérdidas— no mienten: lo que se trata de un evento deportivo de semanas se transforma en un efecto durante meses, incluso años.
Ahora, lo que está en manos de los actores del fútbol, los patrocinadores, los clubes y la sociedad costarricense es qué tan pronto activan el botón de reinicio. Cuanto más eficaz sea la respuesta, más rápido se convertirá esta eliminación en experiencia, y no en una cicatriz. Porque en el fútbol, como en la industria, en la economía y en la vida, el verdadero fracaso no está en caer, sino en quedarse en el suelo.

